Que digan que estoy dormida

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blog de estilo

Un día navegaba por una página que te permite comunicarte con extraños de diferentes parte del mundo. Suena tan peligroso como decía en los panfletos que los religiosos entregaban a los papás afuera de las primarias de gobierno. Sin embargo, el único peligro que encontré fue el de la discriminación. Bastaba con responder con “México” cuando me preguntaban de dónde era para que la venta se cerrara. Me extrañó, considerando que tengo amigos de diversos lugares del mundo por medio del internet que no tienen de diferente a mí nada, además de la parte latina. Uno de los casos con los que me topé fue un chico francés de 19 años que abiertamente me preguntó por qué hacíamos tanto alboroto por la gasolina si todos andábamos en burro. Le respondí preguntándole por qué se molestaban tanto en hacer fragancias si de cualquier forma su hedor a queso dominaba. Ante esto el chico se rió y me confesó que no me creía que era mexicana, debido a mi manera de comunicarme y a prejuicios que tomó de la televisión americana. Hablamos de estereotipos y terminó por disculparse. Aun así cerré la ventana, pues el chico era cuatro años menor que yo y eso me resultó un tanto incómodo. Reflexioné en que ese concepto de fiesta, tacos, tequila, piñatas, burritos e ignorancia en el que el resto del mundo nos posiciona está disminuyendo, sin embargo aún existe. Y no es su culpa.

Hasta hace poco tiempo imaginaba a personas de diversas culturas tal y como las demuestran en los libros de historia y geografía de la SEP. La verdad es que todos nos vestimos con ropa inspirada en American Apparel y usamos Converses de vez en cuando. Todos lloramos con los comerciales navideños de Coca Cola y a todos nos duele el dedo chiquito del pie cuando nos golpeamos con la orilla de la cama.

Quizá no sean nuestros mejores tiempos. Quizá nunca hemos tenido los mejores tiempos, pero somos barrio, somos pueblo.

Defendiendo a mi país, me di cuenta de que a pesar de que estoy en desacuerdo con mi gobierno y considero que se podría hacer mucho más por la cultura y la educación para el progreso del mismo, tengo al águila real bien posada en el corazón. La contradicción de odiar a mi gobierno, pero llorar cantando “México en la Piel”, porque todavía creo en mi estúpida y sensual patria.

Quizá no sean nuestros mejores tiempos. Quizá nunca hemos tenido los mejores tiempos, pero somos barrio, somos pueblo. Somos a los que los de arriba llaman criminales mientras se gastan nuestros impuestos en regalos de navidad para sus hijos mal educados, esos que nos llaman “prole” en Twitter. Pero México somos los otros. Los que sabemos y sentimos el fuego desde el centro. Los que no nos dejamos, aunque parezca que sí. Los que creemos de verdad. Nuestro coraje es genuino y el día en que se meten con nuestro orgullo, entonces ven cómo arde el fuego cuando proviene de un lugar más allá del miedo y la impotencia. ¿Escuchas, Donald Trump?

Somos el cuarto o quinto plato de tortillas recién hechas con frijolitos que no le podemos negar a nuestra abuelita. Somos colores por todos lados. Somos fe. Somos el abrazo de mamá al volver a casa y su bendición al marcharnos. Somos amigos. Somos familia. Y que el gobierno lo intente todo lo que quiera, que de rodillas no nos van a poner. Porque México es el pueblo y sus ganas de estar de pie. Y por cansado que resulte, de pie nos vamos a quedar.

Impreso en: La Crónica de Hoy

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