Volar sin polvo de hadas

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blog de estilo

Comenzar a ganar tu propio dinero y hacerte cargo de ti mismo se siente como caminar en una cuerda floja. Parece una misión imposible. Los platos se acumulan más y más hasta que un día te das cuenta de que nadie los va a lavar por ti. Ya puedes abrir los sobres de las cuentas que lleva el cartero, porque tienen tu nombre y no el de tus papás. Descubres la importancia de una lavadora y los días de ponerle “peros” a la comida se acabaron. Todo sabe delicioso.

Al principio es difícil y aterrador, pero más que otra cosa, es extraño. De niño fantaseas con ser grande. Juegas a ser astronauta o famoso de alguna forma. Pasas horas imaginándote cómo van a ser las cosas cuando crezcas. Y nunca dejas de fantasear al respecto, hasta que pagas la primera renta con el dinero de la quincena. Y es que nadie te envía una carta avisándote que ya no eres niño. Sólo pasa. Y es muy diferente a lo que imaginabas. Es mucho mejor.

Todo lo que se ha aprendido en este mundo ha sido a base de prueba y error. 

Y no sólo ya no eres niño. Los días de quejarte irracionalmente van quedando atrás también. Ahora tus quejas tienen fundamentos y te causan acidez estomacal. Tampoco eres un adolescente. Todos tus amigos están tomando un camino, ya sea formando una familia o entregándose a un puesto de trabajo, mientras tú sigues pensando en las posibilidades.

La verdad es que aún así, no te sientes del todo adulto. Se suponía que los adultos no tienen miedo y saben siempre qué hacer. Entonces comienzas a entender que en realidad sí lo tienen. Y difícilmente saben qué hacer.

Todo lo que se ha aprendido en este mundo ha sido a base de prueba y error. Por eso lo importante es intentar, aprender de los errores y celebrar los aciertos. En algún momento, entiendes que crecer es aceptar que eres vulnerable y aprender a manejarlo. Porque eso es en realidad ser libre.

Y la libertad viene con un montón de responsabilidades que tenemos que aprender. Este proceso puede ser uno de los cambios más interesantes que atravesemos en nuestra vida. ¿Será que estamos madurando?

Nah.
Impreso en: La Crónica de Hoy

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