En culpas se rompen géneros

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Hoy una de las increíblemente molestas voces de Spotify me dio instrucciones de cómo ocultar lo que estoy escuchando de mis amigos de Facebook para poder disfrutar de mis gustos culposos, cosa que me hubiera servido aquél día en el que escuché como 3 discos completos de Glee de una sentada. O esa vez en que pusieron cumbias para bailar desde mi cuenta.

En una ocasión me metí a una cuenta diferente de Netflix para que ninguno de mis amigos con los que lo comparto supieran que estaba viendo películas de Julia Roberts y asumieran que ya llevaba por lo menos medio litro de nieve de chocolate o que no había dejado de llorar por horas ya que no pude pasar el nivel del templo del agua en Zelda sin lastimarme el dedo porque nadie me enseñó a usar un control de Nintendo 64 por ser niña. Estúpido patriarcado. Uno no quiere que se enteren de esas cosas.

Luego pensé en lo ridículo que es. Mi mejor amigo siempre me critica por ocultar mis gustos culposos. Pero, ¿por qué son culposos? Generalmente son cosas que nos gustan a un nivel tan personal que no esperamos que los demás entiendan y, ultimadamente, no tendríamos por qué explicarles. Es común asumir que no se cuenta con la confianza suficiente hacia las demás personas para que conozcan nuestro lado más vulnerable. De hecho, eso es exactamente lo que es. Porque todos, o la mayoría de nosotros, tenemos gustos tan intensos y difíciles de explicar que optamos por no hacerlo. ¿Qué hay de malo en buscar un poco de privacidad en este mundo de exhibicionismo en el que nos tocó vivir? Ah, pero aquellos que se atreven a compartirlo, son atacados hasta quedar enterrados dos metros bajo tierra, mínimo. “¿Cómo se atrevió a ponerse eso?” “¿Quién ve eso?” “¿Taylor Swift? Pff. Basic bitch.” En el fondo lo hacemos porque sabemos que son cosas que nosotros no nos atrevemos a hacer en público. Generalmente por buenas razones.

En nuestra sociedad todo el mundo está a la defensiva, esperando a ver la oportunidad de atacar para no ser atacados. 

¿De dónde viene esa necesidad de no tener gustos comunes? ¿Nos hace ver débiles por caer en el consumismo que tanto buscamos combatir? Por favor. Díganme quién produce su serie favorita y cuánto tiempo lleva en Vevo esa banda que tanto les gusta desde 2008 y luego hablamos de consumismo.

En nuestra sociedad todo el mundo está a la defensiva, esperando a ver la oportunidad de atacar para no ser atacados. Y que no se nos ocurra ver reallity shows si no es irónicamente, porque es un nuevo pecado capital. Así le hago yo cuando voy por la segunda orden de taquitos: es irónico, lo juro.

Otro de mis gustos culposos incluye, por ejemplo, cocinar en ropa interior mientras escucho las canciones de Avril Lavigne de antes de que fuera estrella de J-Pop y no por eso ando por ahí enseñándole a todo el mundo. (De nada.)

Sencillamente hay cosas que son privadas. Como el tiempo que pasamos husmeando en el perfil de Facebook de otras personas, las sesiones de selfies en el baño o nuestra imitación de Beyoncé bailando Single Ladies. Todo lo demás es patrimonio de la humanidad. Por eso los gustos culposos deberían ser simplemente gustos personales. A menos que encontremos placer en la culpa. De ser así, evitemos involucrar a terceros (porque hay diferencia entre un crimen y un placer culposo, lo crean o no) y subirle al volumen porque pues, ¿qué importa? En cien años todos vamos a estar súper muertos.


Y qué bueno, porque qué oso eso de estar vivos como todos los demás.

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