El amor en tres tiempos: pasado, presente y futuro.
Esperaba a mi mamá, sentada en la cocina de la casa de mi abuelita, ahí donde pasé mi infancia en compañía de fantasmas y adultos que me aman.
En mi mano izquierda mi café, en la derecha el teclado de mi láptop. Estaba leyendo mi versión en PDF de Rayuela, por lo que tenía mis lentes ñoños de leer puestos. Levanté la cabeza un momento, para encontrarme con mi abuelito del otro lado de la mesa. Con sus lentes de pasta gruesa, su café bien endulzado en la mano izquierda, en la derecha el teclado de su vieja máquina de escribir. Llenaba unas formas, y a pausas leía el periódico. Lo sentí tan armónico y natural, que me perdí en la idea, hasta que me miró extrañado y con un "¿Qué pasó mija?" me regresó a la realidad. Sonreí y le pregunté por qué seguía usando la máquina de escribir y no la computadora del estudio. "Suena más bonito así", me dijo y derritió mi corazón.
Pensé en el cuadro que representábamos. Pensé en la foto del bebé con corbata que mi mamá tiene en su oficina. Me sentí pequeña. Luego me sentí adulta. Mi cuerpo se disolvió en recuerdos y se transformó en nostalgia. Ahí estaba yo, hecha una nostalgia desde mi cabello de hoy-no-me-peiné, hasta mis Converse sucios. Cómo pasa el tiempo cuando no le prestamos atención. Cómo olvidamos esos rincones del mundo en el que aprendimos a ser. En donde nos aman realmente. Cómo los abandonamos para buscar el amor falso que inventamos y no existe. Cuando ha estado ahí todo el tiempo.
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